Here is the poem I was going to write
earlier, but didn’t
because I heard you stirring.
I was thinking again
about that first morning in Zurich.
How we woke up before sunrise.
Disoriented for a minute. But going
out onto the balcony that looked down
over the river, and the old of this city.
And simply standing there, speechless.
Nude. Watching the sky lighten.
So thrilled and happy. As if
we’d been put there
just at that moment.
The Poem I Didn’t Write, Raymond Carver, Where Water Comes Together With Other Water, 1985. Jo l'he tret d'aquest blog.
lunes, diciembre 28, 2009
miércoles, diciembre 23, 2009
Baptisme
Cada vespre torno a llegir totes les cartes
que mai no m’has escrit i que guardo en calaixos
transparents perquè els lladres no puguin trobar-les
–¿com veure l’aire en l’aire, la llum en la llum?–.
Existeixen molts passats dins el passat, moltes
memòries que es ramifiquen com petits
capil·lars del temps. També és record tot allò
que no vam arribar a viure, a veure, a dir-nos,
tot allò que se’ns va quedar adherit lleument
al cor, com una pestanya a punt de volar.
Mortes abans de néixer, no per això deixen
de ser ànimes les ànimes. Ni les paraules,
paraules. Només els va faltar l’aigua freda
del baptisme i algú que sabés creure en elles.
Gemma Gorga, El desordre de les mans
que mai no m’has escrit i que guardo en calaixos
transparents perquè els lladres no puguin trobar-les
–¿com veure l’aire en l’aire, la llum en la llum?–.
Existeixen molts passats dins el passat, moltes
memòries que es ramifiquen com petits
capil·lars del temps. També és record tot allò
que no vam arribar a viure, a veure, a dir-nos,
tot allò que se’ns va quedar adherit lleument
al cor, com una pestanya a punt de volar.
Mortes abans de néixer, no per això deixen
de ser ànimes les ànimes. Ni les paraules,
paraules. Només els va faltar l’aigua freda
del baptisme i algú que sabés creure en elles.
Gemma Gorga, El desordre de les mans
Etiquetas:
gemma gorga,
poesia catalana
jueves, diciembre 10, 2009
Canción a la buena gente
A la buena gente se la conoce
en que resulta mejor
cuando se la conoce. La buena gente
invita a mejorarla, porque
¿qué es lo que a uno le hace sensato? Escuchar
y que le digan algo.
Pero al mismo tiempo,
mejoran al que los mira y a quién
miran. No sólo porque nos ayudan
a buscar comida y claridad, sino, más aún,
nos son útiles porque sabemos
que viven y transforman el mundo.
Cuando se acude a ellos siempre se les encuentra.
Se acuerdan de la cara que tenían
cuando les vimos por última vez.
Por mucho que hayan cambiado
-pues ellos son los que más cambian-
aún resultan más reconocibles.
Son como una casa que ayudamos a construir.
No nos obligan a vivir en ella,
y en ocasiones no nos lo permiten.
Por poco que seamos, siempre podemos ir a ellos, pero
tenemos que elegir lo que llevarnos.
Saben explicar el porqué de sus regalos,
y si después los ven arrinconados, se ríen.
Y responden hasta en esto: en que,
si nos abandonamos,
les abandonamos.
Cometen errores y nos reímos,
pues si ponen una piedra en el lugar equivocado,
vemos, al mirarla,
el lugar verdadero.
Nuestro interés se ganan cada día, lo mismo
que se ganan su pan de cada día
se interesan por algo
que está fuera de ellos.
La buena gente nos preocupa.
Parece que no pueden realizar nada solos,
proponen soluciones que exigen aún tareas.
En momentos difíciles de barcos naufragando
de pronto descubrimos fija en nosotros su mirada inmensa.
Aunque tal y como somos no les gustamos,
están de acuerdo, sin embargo, con nosotros.
Bertol Brecht
en que resulta mejor
cuando se la conoce. La buena gente
invita a mejorarla, porque
¿qué es lo que a uno le hace sensato? Escuchar
y que le digan algo.
Pero al mismo tiempo,
mejoran al que los mira y a quién
miran. No sólo porque nos ayudan
a buscar comida y claridad, sino, más aún,
nos son útiles porque sabemos
que viven y transforman el mundo.
Cuando se acude a ellos siempre se les encuentra.
Se acuerdan de la cara que tenían
cuando les vimos por última vez.
Por mucho que hayan cambiado
-pues ellos son los que más cambian-
aún resultan más reconocibles.
Son como una casa que ayudamos a construir.
No nos obligan a vivir en ella,
y en ocasiones no nos lo permiten.
Por poco que seamos, siempre podemos ir a ellos, pero
tenemos que elegir lo que llevarnos.
Saben explicar el porqué de sus regalos,
y si después los ven arrinconados, se ríen.
Y responden hasta en esto: en que,
si nos abandonamos,
les abandonamos.
Cometen errores y nos reímos,
pues si ponen una piedra en el lugar equivocado,
vemos, al mirarla,
el lugar verdadero.
Nuestro interés se ganan cada día, lo mismo
que se ganan su pan de cada día
se interesan por algo
que está fuera de ellos.
La buena gente nos preocupa.
Parece que no pueden realizar nada solos,
proponen soluciones que exigen aún tareas.
En momentos difíciles de barcos naufragando
de pronto descubrimos fija en nosotros su mirada inmensa.
Aunque tal y como somos no les gustamos,
están de acuerdo, sin embargo, con nosotros.
Bertol Brecht
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