Carta a Queipo de Llano
General Queipo de Llano,
Gobernador de Sevilla;
te envía esta carta sencilla
un modesto ciudadano,
que, lejos del suelo hispano,
en el mediodía de Francia,
sigue con celo y constancia
tus espeluznantes charlas,
aunque sienta al escucharlas
asco, risa y repugnancia.
Eres un pobre cazurro,
que desde Radio Sevilla
imitas a maravilla
el ganso, el cerdo y el burro.
Y por mi parte discurro
que, si eres fenomenal
cuando haces el animal,
es más grande todavía
tu ruindad, tu felonía
y tu instinto criminal.
Eres cobarde, farsante,
mal educado y grosero,
fanfarrón y majadero,
asqueroso y repugnante,
iluso, necio, ignorante,
ruin, perjuro y felón;
desaprensivo, ladrón,
déspota, cruel, tirano,
indigno, sucio, marrano,
degenerado y cabrón.
Eres cien veces traidor
y hasta incluso te abomina
ese, que tu denominas
Ejército salvador,
que si en un tiempo anterior
renegó de tu abyección,
hoy recibe tu adhesión
y colmándote de honores,
porque hacen falta traidores
donde no hay más que traición.
Gracias a esas borracheras,
que coges todos los días,
no ves ya las agonías
de estas tus horas postreras
y no ves que, en las trincheras,
tu ejército mercenario
rasga ya el escapulario,
que de nada le ha servido
contra el valiente y unido
Ejército proletario.
Solo un borracho indecente
como tú, dice gansadas
y se rie a carcajadas
mientras corre por el frente
sangre española caliente.
Que hará que nadie se asombre
cuando el que se sienta hombre
mañana, venza quien venza,
se morirá de vergüenza
solo al pronunciar tu nombre.
Y así será de razón
que al pueblo a quien aborreces
la muerte que te mereces
te dará sin compasión,
vistiéndote de bufón;
buscando en tu hora postrera
que, al quemarse en una hoguera
tu cuerpo escualido y seco,
seguirá siendo el muñeco
que hace reir a España entera.
Y al final de tu aventura
el pueblo que hace justicia
castigará tu estulticia
poniendo en una sepultura
la imagen de la locura,
un crucifijo divino
sobre un puñal asesino,
un moro, un hueso de Franco,
unos billetes de banco
y una botella de vino.
En fin si llega a tus manos
esta carta sin jactancia,
que del Mediodía de Francia
te enviamos tus paisanos,
sepas que hay mil ciudadanos
que desean con ilusión
tratarte sin compasión
igual que a un perro cochino,
por traidor, por asesino,
por cobarde y por ladrón!
Y pues con martirio cruel,
mis esfuerzos sobrehumanos
por no ensuciarme las manos
y no manchar el papel,
termino, enviándote en él
un regalo muy sencillo,
ahí vá: una hoz y un martillo:
y recibe, hasta la vista
un saludo antifascista,
que te envía
J. Castillo
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